domingo, 27 de septiembre de 2009




La hija del fletero, linda infinita, volvió a Madrid, donde parece que es feliz. Ese día me mando al descenso. Recuerdo como su mirada me volteó. Pero dos que se quieren, se dicen cualquier cosa, ay si pudieras recordar sin rencor. En mi buzón hay un par de cartas suyas, fueron juntandose y no tengo el valor. Todavía su amor me da descargas, nunca tuvo higo seco junto a mi. Pero a los ciegos no les gustan los sordos, y un corazón no se endurece por que sí. No calentás la misma cama por dos noches, me reclamaba y no la quise oír. Hice de todo por impresionarla y dejé huérfano todo su penar. Pero dos que se quieren, se dicen cualquier cosa. No me gustó como nos despedimos, daban sus labios rocío y no bebí. Sopa de almejas es todo lo que como.
Siempre fui menos que mi reputación.

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